lunes, 24 de diciembre de 2007

Correspondencia


“celui eak ná iubeste si are grija de mine. ma adoarme si ma trezeste,
ma vindeca si ma sustine.”

“al que me ama y me cuida, me duerme y me despierta, me cuida y me sostiene.”


domingo, 16 de diciembre de 2007

Basado en un relato real….


El ciego se detiene en el pasillo de la estación y contempla.
Normalmente pasa por allí casi diario, conoce íntimamente los escalones, aquellos más desgastados que otros. Escalones que se hunden y pueden lastimar un tobillo; el sonido de los charcos pequeños pero notorios que dejan las goteras a partir del medio día; el olor de la zona de puestos ambulantes por donde es difícil avanzar y preciso cuidarse la cartera.
Pero esta vez, en el pasillo, donde hay un par de vitrinas en ambos lados, algo interrumpe su recorrido. Es el sonido de una grabación en la que se escucha, entre otras cosas, un vaso de cristal delgado quebrarse y la voz de una mujer decir: “continúa, circula, avanza, adelante, siempre adelante, una vez más; sin distracciones; apresúrate, anticípate, no te detengas, no es conveniente. ¿Llegarás tarde? ¿Que es esto? ¿Qué hace esto aquí? no sé, no lo sé, no queda casi tiempo, no puedo saberlo. No debo distraerme; de nuevo apresurarme; nada... aquí pasa casi nada.”
Tal vez por el olor o por la temperatura, o tal vez por la curiosidad que le despierta lo que la voz dice, quién sabe, el ciego decide detenerse:
“A ver”- piensa, y se coloca frente a una de las vitrinas, donde un muchacho vestido de blanco está sentado, “haciendo nada”, según él mismo.
Es el artista. Un joven con cara de gorrión que acentúa su apariencia de pichón en cautiverio al estar completamente vestido de blanco, rapado y dentro de la vitrina, dentro del aparador. Todo blanco, con una mesa y una silla blancas, acompañado de un pequeño borrego blanco de juguete .
Su pieza de arte consiste en colocarse en una pecera y mientras todo el mundo intenta llegar a su destino, él no hará nada, no irá a ningún lugar, no intentará nada; el muy rebelde.
Intrigado, el ciego se acerca lentamente a la vitrina, toca con una mano el cristal manteniendo estáticos los ojos vacíos detrás de los lentes oscuros, reflejándose en el vidrio del gorrión que quiere ser artista.
Por un instante, el ciego no se mueve, el joven tampoco.
Después de dos segundos, retira la mano y continúa su camino con una ligera, casi imperceptible, sonrisa de comisura: “que cosas”- piensa y se aleja anticipando su bastón.
Mientras, dentro de la pecera, por el cráneo rapado, el joven siente una gota gorda de sudor resbalar y caer en su ojo.
Nunca antes lo habían mirado así.