martes, 29 de junio de 2010
sábado, 26 de junio de 2010
Nunca para siempre.
Ella espera. Mira el celular. Lo deja.
Espera.
Va al baño, se lava la cara y usa un poco de desodorante porque huele “chistoso”.
Entra en la cocina.
Espera.
Busca en el refrigerador. Piensa que es hora de que su compañera de casa compre leche y lave algunos platos.
Mira el celular y espera. Nada.
Lava platos.
Espera unos minutos antes de salir.
Camina al supermercado que no está ni lejos ni cerca de su casa, donde siempre los otros clientes van especialmente sobre arreglados-maquillados-perfumados-vestidos. Compra huevos, pan y, sí, por supuesto, leche.
En el camino nota que ha olvidado el celular. “Mejor”-se dice.
Ella corre ansiosa por la calle hacia su casa, golpea la bolsa de compras. Un huevo se rompe.
Cierra la puerta, sube rápido las escaleras. Ve el celular: Nada.
Se sienta y escribe un mensaje: “Ya no te espero”.
Lo envía.
Descorcha una botella de vino, sirve un vaso y bebe sorbos pequeños mientras espera.