Entrecerrados los ojos
El sol blanquea las banquetas y sus sombras se queman
Como espectros de un accidente nuclear
Ella está en el puente, retando al viento.
Sonríe aunque no lo notes
Un ramo de flores parece prendérsele del pecho suplicante:
“No me dejes, soy tuyo” es su rezo inanimado.
Ella en el borde te sonríe sin mirarte
A ti, y tus
errores, a tu ropa sucia, a tus flaquezas y su fuerza ignorada
En el borde el ramo parece a punto de quebrarse temblando
¿Qué haces? Preguntas.
Pero no esperas la respuesta
Ella en el puente, suspendida, sin tierra sonríe y no te
mira
Puente, pedazo de espacio, artificio que la cacha y le evita
la caída
Y tú por un momento deseas ser él y hacerlo arder para
ocupar su lugar sosteniendo esos pies
Abajo el río ruge afinado deseando devorarla
Agua dulce y lirios existen sin saberlo ni gritarlo
Ella los aclama, los contempla. Le habla a una diosa, una
ninfa que no entiende las palabras de cualquiera, pero ama sin pudor.
Abajo del río la arcilla del fondo parece apacible y firme
aunque no lo es
Como ella y su puente
Los brazos se extienden
Cae el ramo como un recién nacido sacrificado
El agua se abre como piel perforada
Pero la herida, aunque sangra profusa, inmediatamente sana.
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