Because I do not hope
Because I do not hope to turn
T.S. Elliot
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Día primero,
EL NAUFRAGIO
Esta mañana te sorprendo con el rostro tan desnudo que temblamos;
sin más que un aire de haber sido y sólo estar, ahora,
un aire que te cuelga de los ojos y los dientes,
correveidile colibrí, estático dentro del halo de su movimiento.
Y no hablas. No hables,
que no tienes ya voz de adivinanza
y a caso te he perdido con saberte,
y a caso estás aquí, de pronto inmóvil,
tierra que me acogió de noche náufrago
y que al alba descubro isla desierta y árida;
y me voy por tu orilla, pensativo,
y no encuentro el litoral ni el nombre que te deseaba en la tormenta.
Esta mañana me consume en su rescoldo la conciencia de mis llagas;
sin ella no creería en la escalera inaccesible de la noche
ni en su hermoso guardián insobornable:
aquí me hirió su mano, aquí su sueño,
en Emel su sonrisa, en luz su poesía,
su desamor me agobia en tu mirada.
Y luché contra el mar toda la noche, desde Homero hasta Joseph Conrad,
para llegar a tu rostro desierto y en su arena leer que nada espere,
que no espere misterio, que no espere.
Con la maña derogaron las estrellas sus señales y sus leyes y es inútil que el cartógrafo dibuje ríos secos en la palma de la mano.
Sindbad el varado.
Gilberto Owen
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Día primero,
EL NAUFRAGIO
Esta mañana te sorprendo con el rostro tan desnudo que temblamos;
sin más que un aire de haber sido y sólo estar, ahora,
un aire que te cuelga de los ojos y los dientes,
correveidile colibrí, estático dentro del halo de su movimiento.
Y no hablas. No hables,
que no tienes ya voz de adivinanza
y a caso te he perdido con saberte,
y a caso estás aquí, de pronto inmóvil,
tierra que me acogió de noche náufrago
y que al alba descubro isla desierta y árida;
y me voy por tu orilla, pensativo,
y no encuentro el litoral ni el nombre que te deseaba en la tormenta.
Esta mañana me consume en su rescoldo la conciencia de mis llagas;
sin ella no creería en la escalera inaccesible de la noche
ni en su hermoso guardián insobornable:
aquí me hirió su mano, aquí su sueño,
en Emel su sonrisa, en luz su poesía,
su desamor me agobia en tu mirada.
Y luché contra el mar toda la noche, desde Homero hasta Joseph Conrad,
para llegar a tu rostro desierto y en su arena leer que nada espere,
que no espere misterio, que no espere.
Con la maña derogaron las estrellas sus señales y sus leyes y es inútil que el cartógrafo dibuje ríos secos en la palma de la mano.
Sindbad el varado.
Gilberto Owen
2 comentarios:
¡qué maravilla de palabras! ¿de dónde sacaste eso?
Quizá es el menos conocido de los Contemporáneos, aunque su literatura epistolar hubiera sido publicada recientemente (sus cartas de amor a Clementina). Su poesía es todo un portento. Gracias por recordarlo, y por este poema estupendo.
Saludos...
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