Ayer paseaba con Leni por el parque. Todo iba de maravilla. Me detuve en una explanada llena de perros de distintas razas para que socializara.
Inmediatamente comenzó a jugar con un cachorro doberman, al cual su dueño no le había cortado la cola ni las orejas, lo que le daba una pinta amable y amorosa.
Se mordieron, se olieron, corrieron.
Yo platicaba con el dueño, cuando el simpático doberman, tratando de huir de Leni, se estrelló a toda velocidad contra mi, golpeándome con el lomo exactamente en la rodilla derecha.
Escuché un leve crujido y pude sentir como la articulación salía de su lugar unos instantes, mientras caía al suelo.
Mierda-pensé.
Mierda-grité.
Cuando terminó la caída, todos los perros consideraron que debían incluirme en su juego y se lanzaron sobre mi a lamerme.
El dolor comenzó, pero no fue agudo ni insoportable. La lesión era leve, yo lo sabía.
Y entonces...¿Porqué cuento esto? ¿Qué podría importarle a los amables lectores que ocasionalmente visitan este lugar un evento tan irrelevante?
Pues estando yo tirada con la rodilla seudo-dislocada, el dueño del simpático doberman gritó:
¡¡Elvis Aaron!!! ¡Perro malo!!
Y una vez más, el rey me puso de rodillas.
En esta ocasión puedo decir: It hurts me...literal.
lunes, 22 de junio de 2009
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1 comentario:
jajajaja!!! buenísimo!!! Larga vida al Rey!!! Y qué bueno que no fue grave. Saludos!
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