viernes, 5 de julio de 2013

Día 1. Los buenos amores terminan bien.


Recuerdo, paso otra vez por el corazón.
Muchas cosas hermosas pasan otra vez por el corazón cuando se trata de ti.
Escucho el sonido de las piedritas que lanzabas contra mi ventana cuando llegabas por mi en tu motocicleta-caballo.
Quizá no te lo dije jamás, pero eso, ese llamado de la piedra en lugar del timbre, es uno de los gestos más hermosos que alguien me mostró. Aún cuando una vez la fuerza de la piedra dejó una pequeña marca en el cristal.
Desde entonces me siento hermanada con la ventana, porque yo también tengo una pequeña marca por la fuerza involuntaria  de tu ser contra el mío.
Hoy volví a escuchar el sonido de la piedra contra mi ventana. Salté de la alegría al desconcierto en un segundo. Lentamente me asomé a ver en la calle. Pero en lugar de encontrarte a ti, encontré un ave. Un pequeño pajarito gris, ya muerto pero palpitante.
No lloré. ¿Qué caso tendría llorar? Salí y recogí al pájaro-piedra. 
No quise tirarlo a la basura. Lo enterré en una maceta. Hay cosas que no se deben tirar, se deben enterrar. Como los tesoros.
Paso el dedo por la ventana, siento la pequeña herida en el cristal y en mi calma.

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