Recuerdo, paso otra vez por el corazón.
Muchas cosas hermosas pasan otra vez por el corazón cuando
se trata de ti.
Escucho el sonido de las piedritas que lanzabas contra mi
ventana cuando llegabas por mi en tu motocicleta-caballo.
Quizá no te lo dije jamás, pero eso, ese llamado de la
piedra en lugar del timbre, es uno de los gestos más hermosos que alguien me
mostró. Aún cuando una vez la fuerza de la piedra dejó una pequeña marca en el
cristal.
Desde entonces me siento hermanada con la ventana, porque yo
también tengo una pequeña marca por la fuerza involuntaria de tu ser contra el mío.
Hoy volví a escuchar el sonido de la piedra contra mi
ventana. Salté de la alegría al desconcierto en un segundo. Lentamente me asomé
a ver en la calle. Pero en lugar de encontrarte a ti, encontré un ave. Un
pequeño pajarito gris, ya muerto pero palpitante.
No lloré. ¿Qué caso tendría llorar? Salí y recogí al pájaro-piedra.
No quise tirarlo a la basura. Lo enterré en una maceta. Hay cosas que no se
deben tirar, se deben enterrar. Como los tesoros.
Paso el dedo por la ventana, siento la pequeña herida en el
cristal y en mi calma.
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